Para esta edición doble conversamos con Laura Rosato y Germán Álvarez motores de un ambicioso proyecto cultural en torno a la obra de Jorge Luis Borges y su paso por la Biblioteca Nacional Argentina.
Jorge Luis Borges se pregunta, en el poema Las cosas (Elogio de la sombra, 1969), cuántos objetos nos sirven, día a día, como esclavos tácitos, ciegos y extrañamente sigilosos. Para el poeta, esos objetos:
«Durarán más allá de nuestro olvido;
no sabrán nunca que nos hemos ido».
Es probable que el escritorio que en este momento observamos con algo parecido a la devoción, haya olvidado a las ilustres figuras que trabajaron en él. Pero nosotros no podemos dejar de pensarlo como el registro vivo de uno de los autores más importantes de la literatura universal.
El escritorio en herradura que Paul Groussac mandó a construir, ya ciego, debido a la sugerencia de su amigo, el estadista francés Georges Clemenceau, se encuentra restaurado y en perfecto estado en un ambiente que antiguamente funcionó como despacho para los directores de la Biblioteca Nacional en su antigua sede de la calle México 564 (CABA). Una luz radiante, que entra por las ventanas que dan al frente restaurado del histórico edificio, bañan el mobiliario. Y algo en la lustrosa madera brilla como si se hubiera apropiado del brillo de sus ilustres y temporales propietarios. O tal vez sea un pensamiento meramente poético y sentimental producto de no poder dejar de ver, al contemplarlo, la icónica fotográfica que Sara Facio le hizo a Borges allí sentado.
Sea como sea, los que hemos tenido la infrecuente fortuna de poder visitar el edificio, aún cerrado al público en general, quedamos maravillados con el trabajo de restauración, encarado por los profesionales de primerísimo nivel que se desempeñan en el ámbito de la hoy Secretaría de Cultura de la Nación.
El edificio pasó en 1992 a manos del Ejecutivo Nacional y, específicamente, a la cartera de Cultura. Durante más de una década quedó en un franco estado de abandono, a la par que las vicisitudes sociales, políticas y económicas de la Argentina se sucedían de las puertas para afuera. Inaugurado por Julio Argentino Roca en 1901, pensado como sede para la Lotería Nacional, Borges desarrolló allí su labor como Director entre 1955 y 1973.
Actualmente, tras arduos trabajos de restauración que se comenzaron en 2020, luego se detuvieron y volvieron a ponerse en marcha, hoy la fachada vuelve a exhibir su rostro más bonito y la Biblioteca Nacional ha recuperado el uso de las salas donde funcionaron los antiguos despachos, sobre la calle México. Aún queda mucho por hacer, pero por sobre todo hay una deuda pendiente: que todo el edificio vuelva al ámbito de la Biblioteca Nacional, como ocurre con todas las sedes históricas de las bibliotecas nacionales a lo largo y ancho del mundo.
Mientras tanto, en los despachos se lleva a cabo una labor continua y diaria del más alto valor cultural. Allí trabajan Laura Rosato y Germán Álvarez, bibliógrafos borgesianos a los que Alberto Manguel definió como «bibliotecarios investigadores (en el sentido que Sherlock Holmes le daba al epíteto)». Es que desde el 2015 rastrean, como verdaderos sabuesos, las huellas literarias que Borges dejó en forma manuscrita en los libros que leyó y con los que trabajó.
Junto a su equipo, Álvarez y Rosato se dedican desde 2015, con el apoyo de su entonces director Horacio González, a rastrear la «genética» de la obra del escritor argentino. Tanto en ejemplares de la Revista Sur como en obras literarias de toda índole, Borges dejó un rastro de su lectura, de su inspiración creadora y de las correcciones a su propia obra. Primero en los libros de la Biblioteca Miguel Cané (del barrio de Boedo) y luego con los volúmenes de la Biblioteca Nacional, Borges hizo algo prohibido a todos los usuarios de esas instituciones: escribir los libros. Pero, en este caso, podemos hacer la vista gorda debido al enriquecimiento cultural que hoy significan esas marginalias. Su paciente trabajo de investigación dio como resultado numerosas publicaciones especializadas y una obra de obligada referencia: Borges. Libros y lecturas (Biblioteca Nacional, 2010)
El patrimonio que representan estos libros (digamos, intervenidos por Borges) se acrecentó sustancialmente cuando la gestión de Manguel al frente de la Biblioteca Nacional adquirió la colección de libros de Adolfo Bioy Casares y Silvina Ocampo, en los que también se encuentran las marginalias de Borges.
Apoyados por las distintas gestiones que se sucedieron en la institución fundada por Mariano Moreno, Álvarez y Rosato se dedican en forma incansable, lejos de las polémicas que tiñen el quehacer cotidiano de la política argentina, a estudiar y preservar un tesoro que es de todos los argentinos y que causa admiración en el mundo entero. Está proyectado que ese fondo bibliográgico sea el corazón de un centro dedicado al estudio de la obra borgesiana y que funcione en ese antiguo edificio.
El sábado 24 de agosto, al conmemorarse los 125 años del nacimiento de Borges y celebrarse el Día del Lector, Laura Rosato guió un recorrido por las salas recuperadas. Al evento, organizado por la Fundación Jorge Luis Borges, asistieron más de 300 personas. El público, de lo más variado, colmó la entrada del edificio. Divididos en pequeños grupos, esperaron para poder recorrer las zonas habilitadas del edificio y conocer más del admirado escritor. El número de visitantes, refleja la importancia y la curiosidad que aún despiertan en todos nosotros la vida y la obra de Borges.
Finalizado el evento, Ulrica pudo conversar con Álvarez y Rosato, en una entrevista por las calles de Buenos Aires, al mejor estilo borgesiano, en camino a otro de los eventos que tomarían lugar ese sábado.
ULRICA: La primer pregunta es un poco obvia: ¿cómo es trabajar todos los días con Borges, con un material tan particular, tan invaluable desde el punto de vista cultural?
LAURA ROSATO: Yo pensé que ibas a preguntar cómo es trabajar todos los días, y te iba a decir, lo hacemos desde que somos chicos (risas). Pero, ¿cómo es trabajar con un patrimonio? Yo creo que todos los días te sorprende. Al menos creo que también hablo por Germán en este punto: no nos acostumbramos nunca a que trabajamos con eso. Todo el tiempo hay un estado de wow, de maravilla. «Mirá lo que tenés», «mirá esto»… y mucho agradecimiento, también, por la posibilidad de trabajar con un patrimonio como el que trabajamos, en una institución como la Biblioteca Nacional. No nos deja nunca de maravillar. Del trabajo y de las cosas que encontramos y del patrimonio.
GERMÁN ÁLVAREZ: La verdad que somos muy agradecidos con el trabajo y sobre todo, como dice Laura, de trabajar en la Biblioteca Nacional. Y un tema tan específico como es uno de sus grandes directores, que fue Borges. Y como dice Laura, nunca deja de sorprendernos. Mirá que hemos hecho la anatomía de la obra de Borges. No siempre eso es favorable. Me parece que en El banquete Platón dice que si uno empieza a ver molécula y átomo de las cosas, pierde la proyección de la idea y la belleza que tienen las cosas. Nosotros hicimos eso en algún momento con la obra de Borges.
LR: Y no pasó.
GA:Y no pasó. O sea, ves la molécula y ves el entramado y ves el trabajo. Lo ves. Pero después cuando leés el todo sigue maravillándote impresionantemente.
LR: Te impresiona más a veces.
GA: Sí, a veces te impresiona más.
LR: Y a veces te impresiona de la manera que impresiona a todos los lectores. Yo recuerdo momentos en los que estábamos buscando alguna cita. Y decíamos: «bueno, leamos esto». Y lo estábamos leyendo y nos reíamos o nos emocionábamos. Como se emociona y como se divierte el lector que lo lee por primera vez.
GA: Lo que nos pasa mucho es que nos leemos los cuentos o el tema que estamos trabajando y quedamos fascinados, uno con el otro, de cómo nos siguen impresionando los mismos textos. Es increíble.
U:¿Cómo surgió el proyecto de formar un centro de estudios sobre Borges en la antigua sede de la Biblioteca Nacional?
GA: Surge a partir de las investigaciones que empezamos a hacer con Laura. Cuando encaramos Borges. Libros y lecturas (editado por la Biblioteca Nacional en 2010) empezamos a investigar profundamente la biografía de Borges, la obra por supuesto, y nos empezamos a relacionar con los grandes investigadores de aquel tiempo y de este tiempo sobre la obra de Borges, tanto nacionales como internacionales. Entonces nos dimos cuenta que íbamos formando como una especie de cofradía... lo que se forma hoy mismo en estas visitas guiadas: gente muy interesada. Pero bueno, en este caso a nivel profesional, académicos la mayoría de las veces, otros no, como somos nosotros que no somos académicos, que somos sui generis, digamos. Y eso hizo formó como un gran grupo de investigadores. La verdad es que eso cristalizó cuando Laura tuvo la gran idea de que para presentar el libro no teníamos que hacer una presentación tradicional, sino que teníamos que hacer un congreso internacional. Ahí invitamos a todos los grandes popes, en aquel momento de la investigación en Borges, cada uno con su tendencia, con su teoría, incluso había discusiones férreas entre ellos, pero eso hizo como una gran cofradía realmente. Y a partir de ahí pensamos: «bueno, no hay ninguna cátedra, no hay ningún instituto». Por supuesto que a la Fundación Internacional siempre la tuvimos como una institución regente, con María Kodama a la cabeza. Pero no había ningún instituto ni cátedra pública que se dedicara exclusivamente al estudio de la obra. Y en un lugar que sea libre, que sea de libre acceso para todo el público, sin tendencias políticas, que sea abierto a la comunidad. Y para eso es la Biblioteca Nacional, para fundar y crear lectores y abrir la obra magistral, que es la de Borges, al público en general. Entonces a partir de ahí se creó esta congregación.
U: Unos conjurados.
GA: Exactamente, sí, unos conjurados, esa es la palabra.
U: ¿Cómo es trabajar con una obra sobre la que hay tanta teoría y tan diversa, confluyendo?
LR: Nosotros hacemos un trabajo muy particular. Hacemos un trabajo bibliográfico, un trabajo de investigación sobre el fondo de la biblioteca, recuperación de los ejemplares. Casi te diría puesta en valor de los ejemplares. Puesta en contexto de esos ejemplares en relación a la obra. Sentamos de algún modo, describimos por primera vez la forma de lectura de Borges, porque las personas que tenían contacto con los libros o que los habían tenido no llegaban tan profundo. Nosotros pudimos ir bien profundo sobre la forma de lectura. Entonces, es importante la teoría y es importante el trabajo crítico existente, pero el trabajo crítico no influyó tanto, o al menos en la construcción de nuestro primer libro, Borges Libros y Lecturas, porque nosotros estamos aportando un corpus documental y una forma de trabajo, y es más una obra de referencia. No es un trabajo académico, es una obra de referencia como las grandes obras de referencia que uno puede consultar en una biblioteca. Es un catálogo.. Hablamos muy poco nosotros en ese libro. Más que nada lo que decimos es lo justo y necesario para interpretar las notas, y un poco los antecedentes históricos. Y trabajar con alguna obra que tiene tanto trabajo crítico detrás te obliga a leer el trabajo crítico para no repetirnos. Tratamos de mantener nuestro trabajo en la senda del trabajo bibliográfico, la investigación bibliográfica, el trabajo sobre fuentes, no ahondar en la crítica.
GA: Es tal cual dice Laura, nos debemos a la institución donde pertenecemos. Y el libro es a imagen y semejanza de los libros que nosotros manejamos. Es un libro de referencia; un catálogo, de la manera más decimonónica posible. Nosotros estábamos, cuando avanzábamos en el estudio de la bibliografía,un poco cansados de tanta teoría literaria y tanta opinión. Me parece que de alguna manera este libro (no el libro en sí, sino la documentación que develamos) cambió un poco eso. Hubo una época que era mucha la biografía y mucha la opinión. O sea, la teoría crítica sobre la obra, pero no presentando ninguna documentación, simplemente haciendo teoría e hipótesis. Algunas bastante venturosas (risas). Y nosotros la verdad que lo que queremos hacer es muy parecido a lo científico. Y lo científico en humanidades es la historia, la historia que se basa en documentos. Entonces me parece que nuestro trabajo va por ahí. Esa iniciativa, por lo menos.
U: Una pregunta que ya es un poco más personal: ¿cómo llegan ustedes en particular a la obra de Borges?
GA: El primer comentario que yo escuché de Borges fue de mi tío. Mi tío era librero y era el representante de Larousse y le comentó a mi padre, en la casa de mi abuela, en la Boca, (a mi padre le decían Pepe): «¿Viste Pepe que vendieron unos manuscritos originales de Borges?». Me acuerdo que eso me llamó la atención. Yo no sabía lo que era un manuscrito. Eran unos originales de Borges con membrete de la Biblioteca Miguel Cané (sería El Aleph). Ahí llegó a mí el nombre porque yo no lo había leído para nada. Tendría 5 o 6 años. Y después mi hermano, que es un gran lector, apareció en algún momento con las Obras Completas de Emecé, las azules que venían en cuatro tomos. Agarré el segundo volumen y empecé a leer de entrada Ficciones, porque ese volumen empieza por Ficciones (risas). Empecé a leer Tlön -Uqbar, Orbis Tertius- y no entendí nada. Tendría 12 o 13. Yo ya había venido leyendo a Gabriel García Márquez y me había leído todo. Y cuando leí esto dije, «ah, no, esto es otra cosa». Es entrar a un mundo que te parece que lo descubriste vos solo, un mundo personal. Así fue mi primer contacto.
LR: A mí me regaló mi papá El Aleph, cuando era chica y mi papá era muy, muy peronista. Un militante peronista. Me dio el libro y me dio su prevención: «Es un gorila tremendo (risas), pero es el mejor escritor argentino». Justo ayer mencioné esta anécdota, porque estábamos presentando la revista Hispamérica de Cortázar, y yo decía que lo pensé porque en mi casa sí había libros de Borges, pero no había libros de Cortázar. Mi papá no hablaba de Cortázar y no lo leía tampoco. Yo pienso que era porque no podía reconocer en Cortázar la argentinidad que sí podía reconocer en Borges. Así lo empecé a leer y también, la primera vez que leí El Aleph fue: «¿qué es esto?». Y cuando leí Tlön, me acuerdo que se me quedó en la cabeza. Decís: «Ah, esto no se va». Te es imposible no sentirte afectado por la obra.