Comas, emojis y evolución lingüística.
La puntuación es un sistema que mucho tiene que ver con nuestra manera de comunicarnos y puede influir totalmente en lo que los demás interpretan de nuestro mensaje. Si uno es más o menos fanático de Los Simpson recordará la escena en que Bart acude a un abogado que había sacado un anuncio en el diario que decía: «Works on contingency. No money down». Pero Lionel Hutz le dice al niño que debieron imprimirlo mal. Que en realidad debía decir: «Works on contingency? No, money down!». Y el mensaje cambió por completo. Ese ejemplo resume mucho de lo que charlamos durante la entrevista con Bård Borch Michalsen entre muchas risas y mucho aprendizaje porque, prácticamente, pudimos asistir a una clase personalizada de la mano del autor.
La puntuación se relaciona directamente con nuestra forma de expresar ideas y, principalmente, con nuestras emociones. Quizás, con la reducción del uso de los signos en la escritura digital actual, mucho de lo que queremos decir se está perdiendo y de eso y otras cosas hablamos con el académico noruego que escribió Signos de civilización: cómo la puntuación cambió la historia, editado en Argentina por Ediciones Godot, con traducción de Christian Kupchik, y que presentó su libro en el Centro Cultural Recoleta (Ciudad de Buenos Aires), el último 15 de junio.
Entre los ejes principales que expone en su libro, Michalsen habla, justamente, de las emociones. La puntuación es aquella que permite ponerle tenor a nuestras palabras. Cuando hablamos, no tenemos signos pero sí se manifiestan a través de nuestro cuerpo. En la escritura, sin ese recurso, podemos perder nuestra capacidad de expresar nuestras emociones. «El lenguaje y la puntuación tienen que ver con las emociones. Especialmente el lenguaje oral. Y como las pausas, los signos de puntuación, también expresan sentimientos. Los signos de exclamación, de interrogación, etc. Pero, por supuesto, el sistema de lenguaje oral está basado en la gramática. De hecho, el primero en introducir gramática y sintaxis en la puntuación fue el español Isidoro de Sevilla, en el siglo VI d.C., que decía que cuando ponemos signos de puntuación en un texto, debemos pensar en la gramática para que tenga lógica. Y eso es muy importante. En aquellos tiempos, había tres materias que eran las principales que debían estudiar los estudiantes: Lógica, Gramática y Retórica. El lenguaje y la puntuación tienen que ver con la lógica y con las emociones. Por otro lado, la Gramática tiene el mismo origen etimológico que “Glamour”. Glamour y gramática, son la misma palabra. Así que creo que la gramática es una cuestión glamorosa (risas)».
Michalsen se destaca en esto de comunicar. En su libro ya habíamos notado que es pedagógico y accesible. En la charla lo confirmamos. Lejos de ser un conservador del lenguaje, negado a los cambios inevitables que viven las lenguas, Michalsen sabe que, en el uso lingüístico, es el usuario el que tiene la última palabra. Estamos viviendo una transformación en nuestro modo de comunicarnos. Por eso, le preguntamos por ese mal uso, bastante generalizado, que se observa y si es que él creía que se podía responsabilizar a las redes sociales o es que, simplemente, ahora visualizamos más la escritura de los otros en forma cruda, casi en simultáneo, y sin correcciones. Considera que sí, pero fiel a su estilo, nos amplió mucho el panorama: «Creo que es más importante que nunca saber cuál es el contexto, cuál es la situación y cuál es el género. Cuando estás escribiendo en una revista o escribiendo en la escuela o la universidad, o en oficinas, tenés que ser profesional y seguir las reglas para escribir, incluyendo las de puntuación. Pero es diferente si estás mandando un mensaje de texto a un amigo. En ese caso, no es tan importante. Pero, cuando estás en un ambiente profesional, te tenés que comportar como tal. Seguir las reglas. Yo soy profesor y a mis estudiantes les digo que cuando terminen sus exámenes NO pongan emojis y ni me deseen buenas vacaciones. ¡No! (risas). Porque eso es poco profesional. Como dijo Pablo Picasso, “Conocer las reglas como un profesional, romperlas como un artista”. Primero hay que conocer las reglas para poder romperlas. Por supuesto que hay cosas que están cambiando en la forma de escribir profesionalmente. Por ejemplo, somos un poco más informales, por lo menos en Europa. Hace cien años todo el mundo era formal. Muy anticuado. Hoy no lo somos. El gran cambio tiene que ver con las nuevas tecnologías de comunicación. Messenger, WhatsApp, los mensajes de texto. No son escribir. No son hablar. Son algo intermedio. Textear o “Reading speaking”, creo que está bien».
En el medio de eso, surgió un tema no menor y que también se relaciona con las nuevas formas de comunicarnos: la inmediatez. Vivimos en una vorágine comunicacional que nos empuja a vivir en un movimiento constante y precipitado. Queremos y damos respuestas rápidas. «Uno de los héroes de la puntuación es Aldo Manucio. Vivió en Italia hace unos 500 años. Construyó una gran casa editora (Imprenta Aldina). Justamente él inventó la coma. También inventó el libro de bolsillo. Incluso algo que usamos todos los días: la tipografía Times New Roman. Su empresa tenía este slogan: “Festina Lente”. Que quiere decir: Apresúrate despacio. Tenés que ser rápido, pero ir despacio para encontrar balance. Cincuenta años atrás, cuarenta, se usaban las máquinas de escribir. Mandar una carta, un mensaje era muy lento. Tenías que escribirlo, luego ir al correo, esperar la respuesta. Hoy mandamos un mensaje de texto y si no responden en menos de un minuto, pensamos que es o porque está enojado conmigo o se murió (risas). Creo que hoy escribimos más que nunca, pero lo hacemos mal».
Y sí. Hasta ahora veníamos hablando mucho del lenguaje escrito. Pero, ¿qué pasa con la oralidad? Esa eterna olvidada en los programas escolares y que es, sin embargo, la más utilizada. Si bien en ciertas ocasiones ha perdido terreno porque, seamos sinceros, en los años de adolescencia de los que hacemos Ulrica, hablar con alguien que nos despertaba algún tipo de sentimiento implicaba el tête-à-tête. Hoy, las reglas cambiaron. Aún así, sigue siendo el lenguaje que más utilizamos y a menudo se nos pasa por alto su importancia.
«No soy experto en oralidad, pero lo que sé es que hace cincuenta mil años vivíamos como monos, como simios, hasta que un monito empezó a hablar. Luego nos comunicamos hablando sin escribir durante unos cuarenta mil años. Hablábamos de todo. De lo que ocurría en el bosque, de los chismes, había cuentistas. Hoy seguimos viviendo en la “sociedad de la oralidad”. Más que eso, vivimos en una “sociedad digital” y en una “sociedad visual”. Fotos, imágenes, videos, televisión, películas, Netflix, bla, bla. Somos una sociedad que pasó de estar basada en el papel a estar basada en los componentes electrónicos y en lo visual. Los emojis. Es curioso que los primeros emojis son anteriores al alfabeto. Se usaban dibujos para armar oraciones. Son los emojis antiguos (risas). Estamos volviendo al origen. Luego vino el alfabeto, que fue un gran progreso. Luego el alfabeto griego, los sistemas de puntuación, etc. Hoy los celulares se usan más para escribir que para hablar en un sentido oral. Mandamos un mensaje de texto y es más efectivo. Lo usamos como computadora. Como medio de algún tipo de escritura, pero no para hablar. Para mí no es algo malo».
Y llegados a este punto de la charla, tuvimos que hacer una parada casi obligada. En Argentina, y en todo el mundo, se vive un tiempo de debate candente por el uso del lenguaje inclusivo. Y en lo mucho que se habló sobre ello desde los medios de comunicación, observamos un aspecto que nos llamó la atención: la mayoría de las voces que se levantan a favor o en contra no provienen del ámbito académico de la lingüística sino de otras ramas más relacionadas con la sociología, la política y el derecho. Siempre supimos que el lenguaje es algo esencialmente social; hoy, el lenguaje, ¿es un elemento más bien político? Michalsen lo sabe bien, «la lengua es poder. Siempre lo fue y siempre lo será. Y escuché recientemente que el llamado “lenguaje inclusivo” fue debatido por el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires y establecieron un rotundo no. Mi opinión personal: no estoy de acuerdo. Estos desarrollos son demasiado veloces para detenerlos. En Noruega cada vez más y más gente usa HEN (hAn, él – hUn, ella; hEn elles). Y se sigue expandiendo. Los periódicos, los documentos oficiales. Y yo creo que está bien. Las formas en que el lenguaje se desenvuelve, en que las palabras se expresan, como escribimos, tiene que ver con el poder».
Si algo queda evidente de la lectura de Signos de civilización: cómo la puntuación cambió la historia, es que las lenguas están en constante movimiento y que, justamente por eso, sobreviven. Michalsen menciona allí ejemplos en los que queda claro que los debates sobre las formas del lenguaje o de la lectura, siempre existieron. La pregunta es ¿cómo podemos salir airosos de los debates actuales? Y fue contundente: «Más lenguaje en las escuelas. La Lengua es la base de todo. Primero y principal, tu lengua madre. Segundo, las lenguas extranjeras. Más lengua en las escuelas, más escritura, más hablar. En todos los niveles. Desde el Jardín de Infantes hasta las universidades. Soy miembro de un comité del gobierno sobre Libertad de Expresión en Noruega. Una de nuestras sugerencias es que la mejor forma de garantizar la libertad de expresión es enseñar a la gente a escribir y a escribir mejor. Escribir y hablar correctamente les permite hacerse escuchar y decir: ¡Hola! Escúchenme. Una sola respuesta: más educación en todos los niveles». No necesitamos agregar nada más.
La traducción de las respuestas fue realizada por Juan Francisco Baroffio (Ulrica Revista)
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