Por Delfi Migueltorena
Si pienso en la figura del adolescente, pienso en su resistencia a formar parte de una sociedad que percibe rota, en el afán por no adaptarse a un mundo que le resulta incómodo. Después de leer Cómo provocar un incendio y por qué, pensé en otras novelas que arden bajo el mismo fuego: El guardián entre el centeno de Salinger, Con rabia de Lorenza Mazzetti y las historietas de Charles Forsman. Si algo tienen en común los protagonistas de estas historias, además de rondar entre los quince y los diecisiete años, es una mirada lúcida sobre las mecánicas desleales del sistema y la capacidad de reconocer los hilos que manipulan a los adultos que las sostienen.
En muchos narradores adolescentes, los lectores reconocemos la búsqueda por escapar de ese desenlace, por cortar los hilos que amenazan con volverlos marionetas de un mundo que promete no ser amable. Es el enfrentamiento entre huir y a su vez querer pertenecer, lo que para mí los vuelve personajes tan atractivos.
Ahora, habiendo tantas historias sobre adolescentes que se niegan adaptarse a este mundo, ¿qué hace especial a Cómo provocar un incendio y por qué? ¿Por qué me resulta una obra de iniciación inolvidable? Y, sobre todo, ¿por qué es importante que la lean los adultos?
En principio, la narración se distancia de cierto nihilismo adormecido que abunda en las novelas con protagonistas jóvenes, críticos del mundo. Si bien, Lucia Stanton, la narradora, reflexiona sobre la sociedad en cierto tono misántropo, esquiva todos los clichés.
Su vida parece haberse vaciado de repente. Su familia se disolvió: Su padre murió y su madre está internada en un centro psiquiátrico sin saber quién es. La expulsaron del colegio y dejó la casa donde creció. Ahora, vive con su tía, una anarquista excéntrica, en un garaje, bajo una regla esencial: no hagas nada que no te enorgullezca.
En el nuevo colegio se involucra con La sociedad del fuego, una organización de incendiarios que quiere terminar con las injusticias y las desigualdades. Lucia, quien siempre carga un viejo Zippo que heredó de su papá en el bolsillo, sabe que una llama puede acabar con todo, pero también dar inicio a un mundo más justo.
Cómo provocar un incendio y por qué termina irónicamente siendo un libro esperanzador, pero no de una forma convencional. Jesse Ball agita cierto espíritu adolescente y nos enfrenta con quienes fuimos, apela a nuestro instinto para percibir la noción áspera del mundo. Un mundo al que, si tenemos suerte, nunca nos vamos a terminar de adaptar.
Para seguir con un hilo de lectura similar:
Las ventajas de ser invisible, Stephen Chbosky (Traducción de Vanesa Pérez-Sauquillo).
The End of the Fucking World, Charles Forsman.
Con rabia, Lorenza Mazzetti (Periférica editorial, traducción de Natalia Zarco).
Commentaires