Por Julián Piñero
Esto dejó de ser un animal el día que enjaulado llegó. Pocas plumas; su piel granulada y recién nacida. Si la lástima es un estado pasajero ¿para qué sentirla? ¡Cómo se adornó de plumas verdes y grises esa ave que ahora se asienta sobre mi hombro y algo me dice cuando frota su pulido pico, cuando ensaya una caricia en mi mejilla!
Esto no es un animal; es un espejo que escupe mis palabras, mi tiempo y ritmo, mi risa y mi llanto, mi cotidianidad y mis derrotas.
Salta de mi hombro. Su aleteo de gallina -inútil para elevarse, necesario para escapar- hacen de su vuelo natural un artificial aterrizaje. Detiene su ridículo andar y me observa desafiante: el delineado, la profundidad de sus ojos o la aparente ausencia de alma me provocan espanto. Lo corro, por instinto, con las manos; me arrepiento en el acto. Camina hacia la puerta, me da la espalda y siento el aire de la Pampa Húmeda densa, pesada entrar y salir por mis pulmones. Estira sus alas, que parecen muñones emplumados y no sale, no escapa; se paraliza. Su desconfianza me recuerda a un gato. Me acerco y pruebo el perdón mediante la palabra, ignora. Pruebo, confuso, con el silencio…
…nos entretiene la voz de una vecina y una ciruela seca que se desprende, el paso inconfundible de mi hijo y la sensación de una hormiga caminando sobre nuestra piel; la pava hirviendo y el canto de un ave que parece llamarnos hacia lo desconocido: el cielo o un jacarandá.
Esto no es un animal, es mi absurda fotocopia con silencios heredados; con silencios que diluyen recuerdos, que atrofian el instinto y lo reemplazan por la parodia de la razón.
Venado Tuerto - Argentina) Nació en Murphy (Santa Fe) en 1991. Es escritor, librero y Docente de Lengua y Literatura. Su primer libro de cuentos es Aperión (CR-Ediciones, 2022).
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