Por Diego Cano
Ilustra: Mirabella Stoor

Juan Rodolfo WilcockĀ creĆ³ una literatura de una imaginaciĆ³n desmesurada. Fue amigo Ćntimo de Silvina Ocampo (con quien escribiĆ³ Los traidores), amigo tambiĆ©n de Adolfo Bioy Casares, y a travĆ©s de Ć©l, de Jorge Luis Borges. Sobre la base de esa poderosa influencia de amistades desarrollo unas narraciones que fueron mĆ”s allĆ” de sus influencias ignorando los lĆmites, perturbando e inquietando tanto desde lo formal como desde lo semĆ”ntico. Su literatura postula una ruptura con lo esperado que implica tambiĆ©n romper la lĆ³gica del sentido comĆŗn establecido y que se desvĆan del surco de lo racional y el buen gusto, con momentos llenos de crueldad en la bĆŗsqueda de algo nuevo, imaginativo, que siempre provocan un efecto lĆŗdico que genera risa.
La originalidad de Wilcock surge de la base de que el lenguaje no alcanza para significar. Por tanto, toda expresiĆ³n que use el lenguaje como forma artĆstica encierra la imposibilidad de comunicar y la limitaciĆ³n en la transmisiĆ³n de sentidos. Esta idea, que podrĆa parecer provocadora, se plasma en su literatura y lo mantendrĆ” hasta hoy marginado en la valorizaciĆ³n por parte de la crĆtica. La producciĆ³n de Wilcock queda siempre en un lugar difĆcil de encajar, por eso se lo puede vincular con un posicionamiento en los mĆ”rgenes encerrando una asimilaciĆ³n conflictiva por parte de los pares, instituciones o lectores. La mayorĆa de sus artĆculos periodĆsticos en italiano aĆŗn no han sido traducidos y esperan ser exhumados para ser leĆdos.
Wilcock escribiĆ³ poesĆa, ficciĆ³n, crĆ³nicas, crĆtica literaria y teatral, teatro, y fue un prolĆfico traductor al espaƱol y al italiano. En 1957 emigrĆ³ a Italia donde fue reconocido por los cĆrculos literarios a pesar de su misantropĆa en expansiĆ³n. Hablaba perfectamente el francĆ©s, inglĆ©s y el italiano. A pesar de su enorme producciĆ³n y cultura,Wilcock rompe todos los lĆmites no pudiĆ©ndoselo clasificar como parte integrante de ninguna corriente literaria, ni siquiera de los que fueron su cĆrculo de amistad antes de su partida hacia Italia. Su admiraciĆ³n por Kafka, Joyce y Wittgenstein tal vez generen algunos indicios de influencias sobre su literatura. De Kafka dirĆ” en una entrevista de la RAI de 1973: Ā«Kafka tenĆa una concepciĆ³n del mundo similar a la mĆa [ā¦] una de las pocas personas que me he arriesgado imitar, aunque no se puede imitar a Kafka ni a nadieā¦Ā». La creaciĆ³n de lĆ³gicas extraƱas que adquieren sentido dentro de cada texto y el encadenamiento de razonamientos a partir de la adversativa, la caricaturizaciĆ³n, la exageraciĆ³n hiperbĆ³lica, la iluminaciĆ³n narrativa de los detalles mĆ”s nimios y, especialmente, la capacidad de describir hasta la tortura mĆ”s cruel, apartando al relato de lo terrorĆfico y angustioso para acercarlo a lo cĆ³mico son cosas que Wilcock toma de Kafka. Respecto de Borges pueden identificarse claramente algunas diferencias en sus postulados estĆ©ticos: las transgresiones formales realmente osadas en el caso de Wilcock; la invenciĆ³n lingĆ¼Ćstica tan presente en su ficciĆ³n en sintonĆa con su admiraciĆ³n con Joyce que Borges despreciarĆa; y cierta actitud procaz y vulgar hasta el absurdo que estĆ” ausente en el caso de Borges.

Wilcock escribiĆ³ en la revista Sur, OrĆgenes, Los Anales, CiclĆ³n y FicciĆ³n; en la dĆ©cada del 50 en el diario La Prensa y CrĆtica; en Italia en LĀ“Osservatore Romano, Tempo Presente, Il Mondo, La Nazione, LĀ“Espresso, La Voce Repubblicana, Il Messaggero e Il Tempo. TambiĆ©neditĆ³ dos revistas de poesĆa,Verde Memoria (junto a Ana MarĆa Chouhy Aguirre) y Discoy, en Italia, funda Intelligenza de sĆ³lo dos nĆŗmeros. Tradujo La bestia debe morir de Nicholas Blake para EmecĆ©, en 1945, primer libro de la serie de novelas policiales El SĆ©ptimo Circulo dirigida por Jorge Luis Borges y Adolfo Bioy Casares. Traducir implica encontrar sentidos paralelos en otros idiomas y esa bĆŗsqueda pudo haber incitado a Wilcock a sacar la conclusiĆ³n de que el lenguaje se encuentra agotado. La problemĆ”tica de la traducciĆ³n es un tema que aparece recurrentemente en sus escritos. Traduce obras al espaƱol de autores destacados como Shakespeare, Greene, Eliot, Forster, o Kafka, y al italiano, Flaubert, Beckett, Joyce o Marlow. La prolĆfica lista de traducciones al castellano y el italiano incluye sesenta y cuatro tĆtulos.
A travĆ©s de su literatura hay una evidente propuesta de jugar con el lenguaje y el sentido, siempre al borde de traspasar los lĆmites. La imaginaciĆ³n de Wilcock estĆ” potenciada por una indiferencia de lo polĆticamente correcto, ya que evidentemente no existe el decoro a la hora de escribir; ningĆŗn elemento puede ser elidido por cuestiones morales si sirve al desarrollo de la narraciĆ³n.
Los motivos que llevaron a Wilcock a que se radicara definitivamente en Italia son aĆŗn inciertos y contribuyen a la construcciĆ³n mĆtica de su figura de autor. La hipĆ³tesis del exilio por el peronismo se descarta enseguida porque cuando emigra el gobierno peronista ya habĆa sido derrocado hacĆa dos aƱos; el planteo que el idioma castellano no alcanza para significar se cae al examinar sus circunstancias personales; la hipĆ³tesis mĆ”s viable queda atada a una elecciĆ³n personal debida a un conflicto que habrĆa surgido en Mar del Plata segĆŗn nos cuenta Bioy Casares en su diario. Lo que casi todos los planteos coinciden es en la valoraciĆ³n de la soledad por parte de Wilcock como el acicate principal de rehacer su vida en Italia.
Como ejemplo de su narrativa, en la novela El templo etruscoĀ (la que mĆ”s me gusta por su estilo kafkiano) cualquier cosa puede suceder, menos la construcciĆ³n del templo que funciona como mera excusa para el fluir narrativo. Las acciones bordean el absurdo: los negros se pueden convertir en etruscos, un personaje puede pasear entre la vida y la muerte, se pueden decapitar niƱas sin remordimiento, seres extraƱos pueden habitar en el pozo de una zapaterĆa y hasta puede haber mujeres y animales de dos cabezas y microbios que organizan conciertos para una inauguraciĆ³n que nunca llega.
Todas las formas de salirse de lo esperado en la narrativa wilcockiana demuestran que el acicate de su escritura fue la originalidad. No como creaciĆ³n de vacĆos de significaciĆ³n sino como nuevos sentidos que cuestionan la arbitrariedad de encasillarlos. Wilcock tuvo como programa estĆ©tico la experimentaciĆ³n de las formas literarias. En su proyecto narrativo, Wilcock se percibe en soledad, como un condenado mĆ”s del infierno. Ese infierno que, como Dante, refiere a la imposibilidad del lenguaje de significar.

(Buenos Aires - Argentina) Diego CanoĀ naciĆ³ en 1970. Es Licenciado en Ciencia PolĆtica y candidato a Doctor en Historia de la Universidad Di Tella. Ha escrito Franz Kafka. Una literatura del absurdo y la risaĀ (Buenos Aires: BƤrenhaus, 2020); Roberto Arlt. El monstruoĀ (Buenos Aires. BƤrenhaus. 2021), y la novela Agosto en TrelewĀ (BahĆa Blanca. HD Ediciones, 2021). Fue profesor en la Universidad de Buenos Aires y en la Universidad del Salvador por mĆ”s de 15 aƱos. PrĆ³ximamente saldrĆ” su libro de ensayo sobre CĆ©sar Aira con 24 reseƱas. Organiza lecturas colectivas en Twitter desde 2018. Se encuentra trabajando en Wilcock en el diario La Prensa (1950-1961) de pronta apariciĆ³n.