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Todas las formas del libro

Por Juan Francisco Baroffio


Conocemos tres editoriales independientes que eligen editar libros en formas no industrializadas y que apuestan por el valor artístico, social y ecológico del libro.



Los libros fascinan a los lectores. Por eso el libro, como objeto, es totalmente adaptable al lector que lo tiene en sus manos. Hay quienes los acumulan sin importarle ediciones, traducciones o estado. Para ellos lo más importante es la satisfacción de la lectura del texto contenido entre las tapas. Otros, son sumamente desprendidos y rápidamente se deshacen de la mayoría de los libros que terminan de leer o que no van a leer. Prefieren liberarlo para otros lectores. También existen aquellos que no guardan ningún tipo de veneración ni fetiche por el objeto libro y no tienen reparos al momento de arrancarle páginas, borronearlo, doblarlo y someterlo a todo tipo de tratos que a otros lectores (entre los que me incluyo) les hacen poner muecas de espanto.

En otro número de Ulrica (n° 5 - Noviembre 2020) hablamos de aquellos lectores que se convierten en coleccionistas. Los bibliófilos atesoran libros por su valor cultural, histórico, económico o simbólico. En general su predilección son los libros raros, los antiguos, las primeras ediciones o los firmados.

Dentro del fascinante mundo de posibilidades que permite ese objeto tan querible para todos nosotros, existe uno en el que el trabajo de edición se convierte en un valor agregado que tiene mucho que ver con lo artístico y se aleja de las formas contemporáneas de las ediciones industrializadas y masivas con el famoso método de impresión offset, y por lo tanto, también, resultan mucho más amigables para el planeta. Vamos a conocer tres de estos emprendimientos que se alejan de la masividad para volver a las formas antiguas de edición artesanal, cuyo resultado conjuga lo literario, lo artístico y el reciclaje.


Artesanal

Las editoriales independientes, a menudo, son ponderadas por la labor que realizan a la hora de sacar un libro a la luz. Traducciones cuidadas, diseños atractivos y títulos o autores ignorados o silenciados por las casas editoriales de mayor tiraje.

En más de una ocasión son estos emprendimientos independientes los que sirven de trampolín para los autores noveles.

Entre estas editoriales podemos encontrar algunas que trabajan con el libro desde el punto de vista de lo artístico y lo artesanal. Tal es el caso de la editorial Barba de Abejas, cuyo factótum es Eric Schierloh.

Esta editorial combina lo estético con lo literario. Textos de autor, en general nunca traducidos y distribuidos en castellano, que responden a una búsqueda muy específica y armoniosa de su catálogo. Autores como William Borroughs, Ethel Mairet, Galway Kinnell o Matsuo Basho se codean con autores argentinos contemporáneos, como el propio Eric Schierloh.

Para Barba de Abeja lo más importante es trabajar con cuidado en cada libro. Al tratarse de ediciones mucho más pequeñas en cuanto al tiraje y en la que cada una debe terminarse a mano, esto permite tener un mayor nivel de detalle a la hora de ofrecer un nuevo libro a los lectores. Un ejemplar mal hecho o que no ha cumplido con las especificaciones de calidad pretendidas es fácilmente reconocible si se trata de una edición en la que su editor controla y finaliza cada proceso que debe recorrer antes de ofrecerse a la venta. Esta labor es casi como un sello de calidad.

Pero elegir este tipo de edición tiene que ver con una decisión muy personal, nos cuenta Eric Schierloh: «Desde el primer momento entendí la edición artesanal como una continuación de la escritura por otros medios (y tanto de la escritura propia como de la traducción). Por otra parte, la edición artesanal permite generar proyectos de escritura y publicación con reglas propias y con lo que se tiene a mano. Para la edición industrial muchos de ellos serían insignificantes, como un zine, o inviables como un libro con semillas».

Fundada en 2010, realmente con lo que «tenían a mano» (una pequeña impresora hogareña y herramientas básicas de encuadernación), hoy a casi once años se ha expandido a un taller con dos impresoras de mayor porte, todas las herramientas necesarias para cada sutileza de sus libros editados y encuadernados y, además, a un taller de impresión tipográfica. En la actualidad los libros de Barba de Abeja son protagonistas en ferias y librerías independientes. Pero por aquellos primeros tiempos los libros artesanales, que si bien ya existían, eran una apenas una curiosidad. «Se trataba de un nicho (todavía lo es, y muy necesario: los libros mal hechos abundan), lo que sumado a un catálogo de nicho implicaba ciertamente una ventaja». «Además– agrega –el libro artesanal era una forma de reintegrar oficios, de romper una escisión naturalizada y automatizada entre escritura y manufactura del libro, y eso me tentaba e imaginaba que también lo haría con una pequeña comunidad de lectores (semejantes, pues siempre son potenciales autores)».

El último libro de su catálogo, el número 46, es La tipografía, la imprenta y el libro del tipógrafo y escultor británico Eric Gill (1882-1940), creador, entre otras cosas, de la familia tipográfica Gill Sans. Esta obra es una especie de tratado clásico sobre las artes y oficios del libro, escrito justo antes de la proliferación del proceso de industrialización a gran escala y de concentración editorial. Este tipo de material, casi nunca traducidos, y su producción con el tiempo necesario en el contexto de un proyecto industrial artesanal, son la marca de la editorial. «El libro así puesto en el mundo genera otro tipo de contacto con los lectores, más allá de la cuestión fetichista ligada al objeto», opina Schierloh.

Actualmente tienen planificados para abril la publicación de libros de Marcel Duchamp, Brian Eno, Ulises Carrión, Vilém Flusser, el segundo volumen de los diarios de Thoreau y un texto de Virginia Woolf sobre la artesanía. También, una nueva edición artesanal del libro de poesía Los cueros del propio Eric Schierloh.


Edición limitada

Otro tipo de editoriales que buscan escapar a la impersonalidad del proceso industrial son las que eligen crear piezas para bibliófilos. En Argentina la editorial Ediciones Kalos se dedica desde el 2013 a satisfacer la pasión de coleccionistas que buscan libros y plaquetas de tiradas reducidas.

Las obras editadas por esta editorial se caracterizan por el uso tradicional de la impresión tipográfica y la ilustración de artistas. En cuanto a la impresión, recuperan el viejo arte mediante dos sistemas que, para otro tipo de mercado, resultarían inviables. Sus libros son impresos a mano con tipografía de plomo y se valen de una antigua (verdadero tesoro) máquina Linotipe de 1924. En ella la tipografía se funde a partir de matrices de plomo. También, su impresión es artesanal, página a página, en otra formidable y antigua reliquia: una máquina plana alemana Johannisberg de 1925.

Utilizando papeles de altísimas calidades y de diversos formatos y composiciones, crean

obras de pocas páginas (tal vez un solo poema), de un gran autor como Roberto Arlt, Leopoldo Lugones, Vicente Huidobro o Oliverio Girondo, que va acompañado por una o más ilustraciones de artistas plásticos contemporáneos. Cada uno de sus libros o plaquetas integran originales del artista que pueden pertenecer a diversas técnicas: xilografía, grabado, dibujo, gofrado, monocopias, collage. Y cada obra original va firmada por el artista responsable.

En este caso, el libro se convierte en un objeto de colección desde su concepción. Una vez impreso, siempre en ediciones limitadísimas de entre 15 y 30 ejemplares, se destruyen las matrices creadas para la confección para asegurar que la obra será irreproducible. De esta manera se asegura que el lector tiene en sus manos una pieza única y de alto valor artístico.

El rescate casi romántico y nostálgico de las ediciones no automatizadas y computarizadas, donde se requiere de la artesanía y la fuerza del ser humano, imprimen (valga la redundancia) un trato muy especial hacia el libro y para el lector o el coleccionista esa pieza se convierte en algo para atesorar.

Claro que al pertenecer al segmento de las editoriales independientes y apuntar a un público de un mercado muy reducido, no escapan de las problemáticas del sector editorial. Por este motivo suelen ofrecer sus ejemplares en preventa, que asegura al comprador una reducción en su precio de entre el 20 y 40 por ciento. En este momento tienen en preventa Poemas de Rubén Darío con serigrafías originales de Alexandra Semenova.


Más allá del libro

Uno de los emprendimientos editoriales artesanales que mayor difusión y popularidad tiene entre lectores y autores es Eloisa Cartonera. Surgida en 2003, tiempos convulsos luego de la crisis política y económica argentina de 2001, en un principio era un proyecto casero de Washington Cucurto (pseudónimo con el que ha publicado casi toda su producción el poeta y escritor quilmeño Santiago Vera) y el artista visual Javier Barilaro. Luego se sumó la artista Fernanda Laguna y cobró un nuevo vuelo y apuntó a algo más que difundir poesía.

La proliferación de los llamados «cartoneros», (personas sin empleo formal que viven de recolectar y revender cartón y papel desechado) fue (y es) una de las tristes postales de la crisis económica argentina. Conflictos sociales, desempleo y personas revolviendo la basura para subsistir. En ese contexto surgió la idea de una cooperativa que comprara el cartón de los cartoneros y con ella confeccionara libros.

Los cartoneros siguen recorriendo las calles y esta editorial ubicada en el barrio porteño de La Boca, sigue poniendo a la venta libros de autores latinoamericanos. Más allá de la filosofía política que puedan fundar las bases de la editorial, lo cierto es que autores de renombre como Gabriela Bejerman, César Aira, Ricardo Piglia, Alan Pauls o Fabián Casas ceden los derechos de algunas de sus obras para que el emprendimiento cooperativo siga vivo y generando cultura y trabajo. Incluso, en casos como el de Aira o Piglia, que escribieron respectivamente Mil gotas y El pianista, para Eloisa Cartonera.

Hoy cuenta con un catálogo de 200 títulos, con autores de toda Latinoamérica. Cada ejemplar es único porque su portada es pintada a mano y pueden adquirirse en librerías independientes y en la propia librería de la editorial.

Sus lectores saben que además de un texto de calidad literaria y una labor artesanal que da individualidad a cada ejemplar, atrás de cada libro editado está cifrado el trabajo y la esperanza de muchas familias. Ese valor agregado, que de una forma u otra se repite en cada editorial, en este caso se hace más patente y cercano.


Libros únicos

Otra editorial que vale la pena mencionar es Blaue Blume Ediciones, un proyecto surgido en noviembre de 2020. El equipo de tres mujeres (una editora, una encuadernadora y alguien en la imprenta) tuvo la idea de editar libros de autoras, principalmente de los siglos XVIII y XIX, que no se consiguen en castellano o a la venta en el mercado local. A estas obras, traducidas por ellas, las encuadernan en tela en forma artesanal y a elección del futuro lector.

Es que uno de los principales atractivos de las ediciones no industrializadas es esa belleza que adquiere el libro como pieza artística. Es la posibilidad de tener en las manos un objeto que deleita más de un sentido y estimula la inteligencia y la imaginación. También la secreta codicia del que colecciona libros únicos. Porque las ediciones artesanales tienen eso: son únicas e irrepetibles. Como cada ser humano que va a buscarlo y generar ese vínculo tan persona entre un lector y su libro.



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